jueves, 11 de septiembre de 2014

TIEMPO DE ANTIHÉROES

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Veo muchas ganas de hablar y de marear la perdiz, escucho muchas declaraciones de principios, pero con poca o ninguna intención.
El país todavía se motiva tras liderazgos individualistas, o fascismos nacionalistas.
Casi nadie quiere participar, espera que le den todo hecho, que unos cuantos se maten o luchen hasta la extenuación, para después pedirles lo imposible a cambio de unas migajas. Con una ciudadanía así no me extraña que siga gobernada por simples villanos; o que se mueva, solo un día al año y tras un trapo manchado, con la cómoda convicción que con él será más libre y rica. Para eso ya están los curas o los imanes, que por menos prometen lo mismo y mucho más.

Todos hablan de participación y de trabajar para el pueblo, pero luego insinúan cuotas de poder, aunque con otras palabras. Las cuotas no tienen sentido con un programa común, y si se piden solo es porque no se piensa obedecer el mandato común sino solo el de su grupo.
Las primarias sirven para escoger al mejor de los que se creen capaces de gobernar. Cada uno debe explicar y documentar quién es, sus estudios y su experiencia; y prometer al resto que administrará, lo mejor que sepa y pueda, el mandato recibido.Pero también sirven para que todos se acostumbren a confiar. Al principio el ganador, se quiera o no, se le identificará con su grupo, que siempre será el mayoritario; pero si respeta el mandato, a los cuatro años su origen habrá sido olvidado.

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Estoy satisfecho porque ha llegado el tiempo de las personas grises, esas que no sobresalen, que intentan pasar desapercibidas, sin ruido. Antihéroes que han aprendido a unirse y hacer un todo, a apoyarse unas a otras para conseguir un objetivo, que es el bien común.
Me gusta la sencillez de quien se sabe sencillo, tanto que antes de nada pregunta, aconseja, propone y obedece en lo que puede la voluntad de la mayoría, tras intentar aunar sus opiniones, hacer que la díscola se explique y que la mayoritaria escuche antes de decidirse.
Me gusta la gente que duda, que no teme corregir, que acepta sus errores, que se disculpa.
Me gusta contar mi historia sin mirar para atrás, ni temer que alguien me espere en una esquina; poder pasear tranquilo por los lugares en los que me reconozco, entre la gente con la que mejor me siento. Me gusta ser quien soy sin esconder lo que he sido. Y por todo esto no cejaré hasta que los que son y piensan como yo puedan vivir mi sueño.

 
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